domingo, 4 de mayo de 2008

VIOLENCIA: UN ESPIRAL INTERMINABLE

La violencia es ascendente. Las controversias también lo son. A esta altura no se trata de pasarse la pelota unos con otros, ni darse por aludidos o hacerse los desentendidos. Lo que ocurre en la sociedad nos involucra a todos. Somos parte de ella y por lo tanto nos vemos inmersos, independientemente de qué situación estemos pasando, sea buena o mala. En el marco de semejante ola de violencia, es menester poner un stop, actuar, accionar, no simplemente hablar y criticar. Es responsabilidad de todos frenar lo que se ha vuelto algo incontrolable. La juventud se encuentra influenciada en gran manera, tanto por los malos como por los buenos ejemplos, también está en cada uno, qué camino tomar. Si bien hoy en día pocos ejemplos positivos obtenemos en un país donde reina la cultura del menor esfuerzo y de la imposición, se puede revertir la situación o por lo menos comenzar a atenuarla. Ojalá ello ocurra pronto, porque todos queremos descansar cuando apoyamos la cabeza en la almohada, y no vivir con la preocupación de la violencia.
Tampoco puede decirse que en un 100% la responsabilidad es de alguien. Todos contribuimos, para bien o para mal, desde el momento en que fomentamos la violencia, como cuando no hacemos nada para frenarla. Hay responsabilidades parciales. Cada uno opta por uno u otro camino siempre que se le permita. Si uno accede a la violencia como recurso para imponerse, para confrontar o para hacer valer sus derechos, intentando revalidar la ley del más fuerte, será responsable de esa decisión, por eso no puede acusarse en forma completa a los adultos, padres o quien sea. El Estado no queda exento de ser un incitador de la violencia, desde el momento en que permite el patoterismo barato como medio de defensa personal, de rechazo de opiniones distintas, etc. Lamentablemente nuestro país atraviesa un momento en el que la violencia, la inseguridad, el desinteres social son moneda corriente. El espiritu de solidaridad ha sido abandonado y reemplazado por una actitud completamente yoica, egoista y ambiciosa de ascender a cualquier precio. Para erradicar un problema de esta magnitud hay que mirar más adentro, buscar la raíz que permite la propagación de este tipo de conductas. La violencia no surge de la nada, sino que tiene algún impulsor, promotor, algún motivo que la propague a tal escala. Herramientas para combatirla hay. También depende del grado de interés de los responsables de nuestro país. Si ellos no accionan tampoco puede erradicarse el problema. Hay que llegar al meollo, al centro de la cuestión.
Vivimos en una sociedad proclive a la confrontación, al pleito, a la contienda. Por ello es menester empezar por casa, para que así pueda combatirse de raíz la violencia. De esta manera aportaremos nuestro granito de arena, e inculcaremos un espiritu más altruista. Así conseguiremos el renacimiento de los valores, el respeto y la preocupación por el otro.
La violencia nos afecta a todos. Nos involucra a todos. Y esta en cada uno operar para frenarla.

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